Este tema sobre la ontología de los entes del mundo de la conciencia y del espíritu fue retomado en el siglo XX por Nicolai Hartmann.
Según Hartmann, el mundo real se puede dividir en 4 estratos. La materia (lo inorgánico), lo orgánico, lo psíquico o mental y lo espiritual.
Expongo acá algunas ideas de Hartmann sobre el ser psíquico mental y el ser espiritual.
Estructura del Ser (Existir) según Nicolai Hartmann
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Ser ideal atemporal/general
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Ser real temporal/individual
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Esturcturas matemáticas esencias valores éticos valores estéticos
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espacial
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No espacial
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inorgánico
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vida
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Mental/psíquico
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Espiritual1.
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- Los actos del ser mental/psíquico son los pensamientos, sentimientos, deseos, aspiraciones. Éstos no consisten de átomos y moléculas, sino de algo distinto.
- El término "espiritual ha sido secuestrado por las religiones. Acá lo recuperamos.
Lo espiritual según Hartmann se subdivide en
- El espíritu personal que comprende todos los actos individuales de la conciencia
- El espíritu objetivo es la plasmación del espíritu personal en estructuras con impacto histórico, tales como historias, cuentos, costumbres, el derecho, o la ciencia.
- El espíritu objetivado que une un contenido espiritual a una formación/construcción real, por ejemplo a una obra de arte concreta.
“Para comprender la estratificación múltiple basta con atenerse a lo generalmente conocido. Nadie duda de que la vida orgánica se distingue esencialmente de lo físico-material. Pero no existe independientemente de ello, lo contiene, descansa en ello, incluso las leyes de lo físico calan hondo en el organismo. Pero esto no impide que éste tenga además su propia legalidad más allá de las leyes de lo físico, la cual no aparece en aquéllas. Entonces tal legalidad propia se forma sobre la legalidad inferior universalmente física.
Algo semejante ocurre con la relación del ser psíquico respecto de la vida orgánica. Lo psíquico, como muestran los fenómenos de la conciencia, no es en absoluto semejante a lo orgánico, evidentemente forma sobre él un estrato ontológico propio. Pero donde quiera que lo encontramos, existe en dependencia de aquél, es decir, como un ser soportado. Al menos en el mundo real no conocemos ninguna vida psíquica que esté soportada por el organismo. Ahora bien, si se quisiera concluir de esto que la vida psíquica no tiene determinaciones ni leyes peculiares, que no aparezcan en las de lo orgánico, se desconocería, a su vez, el fenómeno y se caería en la “explicación desde abajo”. La psicología ha llevado más allá de toda duda que aquí impera una legalidad propia específicamente psíquica; todavía la conocemos poco (pues la psicología es una ciencia joven), pero todo lo que captamos de ella muestra claramente su especificidad, independencia e inderivabilidad. Por tanto, el ser psíquico es un ser soportado, pero en su especificidad, a pesar de toda dependencia, es autónomo.
Finalmente, desde la superación del psicologismo, es un hecho bien conocido que el reino del ser espiritual no aparece en el del ser psíquico y de su legalidad. Ni la legalidad lógica ni lo peculiar del conocimiento y el saber se han podido agotar psicológicamente. Así, mucho menos la esfera del querer y del actuar, de la valoración, del derecho, de la moral, de la religión y del arte. Todos estos campos, conforme al solo contenido fenoménico, se elevan mucho más allá del reino de los fenómenos psíquicos. Constituyen como vida espiritual un estrato ontológico de una especie propia y superior, con cuya riqueza y multiplicidad los estratos inferiores no pueden medirse en absoluto. Pero también aquí impera la misma relación respecto del ser inferior. El espíritu no flota en el aire, lo conocemos sólo como vida espiritual soportada –soportada por el ser psíquico, del mismo modo que éste está soportado por lo orgánico y más lejos por lo material. Por tanto, también aquí, y por cierto con mayor razón aquí, se trata de la autonomía del estrato superior frente al inferior, precisamente en la dependencia de él.
Ahora uno ve dónde se desemboca con tal estructura estratificada. Son tres los puntos en los cuales se puede resumir los estratos ontológicos.
1º) Cada estrato tiene sus propios principios, leyes o categorías. Nunca se puede comprender el ser específico de un estrato a partir de las categorías de otro y, por cierto, ni a partir de las del estrato superior –pues ellas no corresponden-, ni a partir de las del inferior –pues no alcanzan. El reino de las categorías no está organizado de manera monística; una explicación del mundo entero a partir de un solo principio o de un grupo de principios es imposible. Donde quiera y como quiera que ella se intente, lleva a la violación de una especificidad categorial. Antes bien, el reino de las categorías es también él mismo un reino estratificado. Su multiplicidad categorial es de la misma dimensión que la de los estratos ontológicos.
2º) En la estructura estratificada del mundo siempre está el estrato superior soportado por el inferior. En este sentido, el estrato superior no tiene un ser independiente, sino un “ser que descansa en otro”. Se puede entender este descansar como una dependencia universal del estrato superior con respecto del inferior: sin naturaleza material no hay vida, sin vida no hay conciencia y sin conciencia no hay mundo espiritual. La dirección de esta dependencia no puede invertirse; no se puede decir: sin vida no hay materia, sin conciencia no hay vida, etc., los hechos hablan en contra. A esto corresponde la dirección de la dependencia en el reino de las categorías: las categorías inferiores retornan en las superiores como elementos, por tanto, las superiores están en dependencia de las inferiores, no pueden quebrantar su articulación, sino que sólo se forman o edifican sobre ellas. Las categorías inferiores son más fuertes. Esta “ley de la fuerza” es la ley fundamental de la dependencia categorial.
3º) Pero la dependencia del estrato ontológico superior no es en absoluto impedimento para su autonomía. El estrato inferior es para éste su suelo portador, su condicio sie qua non. La configuración particular y la especificidad del estrato superior tiene un espacio de juego ilimitado sobre el inferior. Lo orgánico está soportado por lo material, pero su riqueza de formas y la maravilla de la vida no derivan de lo material, sino que sobrevienen como algo nuevo. También lo psíquico es algo nuevo sobre lo orgánico y lo espiritual sobre lo psíquico. “
HARTMANN, Nicolai, El problema del ser espiritual., Extracto del Prólogo. Traducción realizada por M. Dalmasso, Universidad de Cuyo
Hay tres motivos por los que debiéramos retornar a la ontología:
- las cuestiones metafísicas fundamentales que trata la filosofía son de naturaleza ontológica y no se resuelve esto ignorándolas.
- El contenido de las cuestiones metafísicas no es un producto arbitrario del gusto de los hombres, ni es una suerte de pensamiento histórico, sino que depende de la constitución misma del mundo
- “La naturaleza humana tiene el singular destino de que en cierta especie de conocimientos se ve agobiada por cuestiones de índole tal que no puede evitarlas, porque su propia naturaleza las impone y que no puede resolver porque no se encuentran a su alcance.”
“No se halla en esta situación por culpa suya. Comienza su camino con principios de uso inevitable en el curso de la experiencia y que tienen la sola garantía que estos puedan darles. Con estos principios se eleva constantemente (como su propia naturaleza lo exige) hasta las más lejanas cuestiones…
(Prólogo a la Crítica de la razón pura”)
Hay un cansancio de los problemas producido principalmente por el relativismo histórico. Si por verdadero pasa todo lo que es conforme a la situación histórica del espíritu en una época determinada, se elimina el sentido del problema de establecer lo verdadero y lo falso. Se da la autoanulación del pensar filosófico.
¿En qué sentido es real lo psíquico/mental y lo espiritual? Son reales en el sentido de que se dan, ocurren, tienen presencia en nuestra vida. Pero no tienen una realidad material.
El rechazo al idealismo que postulaba que lo material provenía de lo espiritual hizo que finalmente se rechazara el tratamiento de la ontología de lo “ideal”, que hoy más aun que antes se impone, ya que nos enfrentamos a nuevas formas de presentación de lo ideal a través de la realidad virtual, por ejemplo.
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